Qué no decir ni hacer en un discurso de boda
El sábado se casa mi hermano y tendré el honor de hablar en el brindis
Mi hermano pequeño, mi único hermano, me ha pedido que hable ante todos los invitados en el día de su boda. Es un honor para alguien como yo, fundamentalmente, por dos motivos:
-Porque es importante para él.
-Porque hay pocas cosas que me gusten más en la vida que un micrófono. En torno a este artilugio establecí mi oficio, primero en la radio y después en la tele, y también mi vocación frustrada, que es la música (yo habría querido ser Patti Smith).
La única indicación que se ha atrevido a sugerirme es que todo el mundo lo entienda, como si se me fuera a ocurrir referirme a Proust o a Hermann Hesse. No temas, le dije, será un brindis mainstream. Lo que no querría que fuera, sobre todas las cosas, es un discurso corriente y olvidable. Para ello, habré de huir de lo siguiente:
-La solemnidad. Un discurso serio y ceremonioso trasluce la misma emoción que una merluza congelada.
-Rapear. Como lo hizo en un discurso viral Letizia Ortiz, reina y colega. A pesar de que compartimos al menos una cosa —las dos condujimos informativos en CNN+—, he intentado ponerme en su pellejo y recitar un par de versos ante mis hijos, pero no funciona si eres plebeya.
-Pronunciar las palabras «amor eterno» o «almas gemelas». Es ñoño y una falacia.
-Mencionar anécdotas vergonzosas de la niñez. Como cuando pude matarlo por ahogamiento al meterle en la boca un caramelo sin haber cumplido un mes. Ese tipo de historias solo conectan con quienes las han vivido; el resto sonríe por educación.
-La ocurrencia de decir «eres como una hermana para mí» a la novia. Es manido y, aunque fuera verdad, extraño. Esto solo se demuestra con hechos.
-Llevar el texto en folios. Son antiestéticos y ocultan el escote del vestido (que bien puede servir como atrezo al show). A falta de un teleprónter, mejor las notas del móvil o la memoria fotográfica.
-Beber más de una copa de vino o menos de una copa de vino antes de comenzar. Si no eres abstemia, la virtud está en esa justa medida. De la soltura lingual al tartamudeo hay una línea finísima.
-Llorar. Es engorroso y nubla el discurso. Un truco: una respiración profunda, un exagerado trago de saliva e imaginarte al metre desnudo.
-Ser demasiado prosaico. Quizá no exista la gloria, pero hay que intentar merecer que exista. ¿Verdad que no parezco una mujer que se pregunta, a cada momento, si esto era todo?. Lo soy.
-Mencionar más cualidades del novio que de la novia o viceversa. En general, las cualidades, ¿para qué sirven en este juego?. Muchas personas se casan con parejas verdaderamente imbéciles y son felices. Además, nunca se sabe.
-Mirar a los comensales con temor. Que no te engañen los serios: solamente son tímidos.
Delante del documento en blanco, escribo y borro, escribo y borro. Cuesta más que una crónica negra, que un directo desde el Congreso, que una intro de un ‘Especial Elecciones’. Quizá termine levantando la copa, con el crédito de alguien que se ha casado dos veces, y regale a los novios algo parecido a estos versos de Idea Vilariño: «Yo no te pido nada/ yo no te acepto nada/ Alcanza con que estés en el mundo/ con que sepas que estoy en el mundo/ Con que seas/ me seas/ testigo juez y dios/ Si no para qué todo/».
Hace poco fuimos a una boda y el padre del novio contó que cuando su hijo nació, él, que trabajaba en el mismo hospital, pidió que le avisaran y nada más verle, le escribió su nombre con un rotulador en el pie, porque no se fiaba de que se lo cambiaran por otro. Ni su propio hijo lo supo hasta que lo contó ese día. Todo el mundo muerto de la risa con el señor aquel, ya casi anciano. A veces, las anécdotas sí gustan al público. Suerte y ¡disfruta de la boda!
Mi consejo es de echar la mirada hacia delante, honrar lo que serán a partir de ahora, no lo que fueron, y si se menciona lo que fueron, que sea para recalcar que todo lo previo ha sido sufrido o disfrutado para llegar a este momento. No soy yo de las románticas, y además me divorcié en su día, pero sigo pensando que todo lo que me ha pasado hasta ahora ha sucedido para entregarme a este momento en la historia, mi historia. Lo mejor siempre está por llegar. Un beso y ¡que vivan los novios!